Estas páginas proliferan en épocas de alta demanda comercial y, sobre todo, de descuentos, aunque es una constante durante todo el año. Todas ellas tienen algo en común y es que suelen promocionar productos a precios muy bajos para atraer a las víctimas.
Los estafadores copian el diseño y la interfaz de las tiendas legítimas. Utilizan nombres muy similares a los de la marca original, introduciendo o eliminando un carácter apenas imperceptible, o registrando la página bajo dominios con terminación “shop”.
Al ser casi indetectables las diferencias entre una página autentica y una clonada, la estafa es fácil de realizar, los clientes compran productos que al final no llegan a sus manos.
Los afectados deben interponer una denuncia y avisar al banco, pero recuperar el dinero no es sencillo porque las entidades consideran que son cargos formalmente autorizados.
Lo recomendable ante estos casos es: verificar que el nombre de la tienda está bien escrito en la URL y fijarse en imágenes de mala calidad, textos mal traducidos o faltas de ortografía, el CIF y el domicilio fiscal.