Según la Banca Multilateral, los estudios muestran que las remesas ayudan a los hogares receptores a generar resiliencia, por ejemplo, permitiéndoles financiar viviendas más adecuadas y recuperarse de las pérdidas sufridas después de los desastres.
En 2022, los flujos de remesas a los países de ingreso bajo y mediano van camino a alcanzar los US$626 millones, cifra superior a los US$597 millones registrados en 2021, por lo que superarán el flujo de inversión extranjera directa y triplicarán la ayuda oficial para el desarrollo.
Las tecnologías digitales proporcionan servicios de remesas considerablemente más rápidos y económicos, y el inicio de la pandemia registró un marcado aumento en el uso de canales digitales. Sin embargo, dichos canales representan menos del 1% del volumen total de transacciones, que sigue estando compuesto mayormente por remesas en efectivo.
Los objetivos mundiales incluyen la meta de reducir los costos de las remesas al 3% para 2030. Actualmente, el costo medio de enviar dinero a la mayoría de los países africanos duplica con creces dicha cifra.
Si se aumenta la competencia en los mercados de remesas, se mejora el acceso a las cuentas bancarias y se evitan las asociaciones exclusivas entre las empresas de transferencias monetarias y las oficinas nacionales de correo, se pueden reducir los costos de las remesas.